miércoles, 7 de diciembre de 2016

Ni una Más


                                         

Su nombre es Ana. Para casi todos es una buena persona, agradable y servicial, pero para su esposo solo es una cabeza hueca por soñar con ser arquitecta. Él no tiene reparos en hacérselo saber en el medio de una calle, frente a sus amigos o en cualquier espacio público, donde ridiculiza sus opiniones, e ignora sus aspiraciones.


Tal vez su rostro no muestre moretones, pero Ana es una de las millones de mujeres que en el mundo son objeto de violencia.


Pero como Anna nos demuestra, a pesar de las iniciativas, hoy la violencia contra las mujeres se presenta en muchos ámbitos: físico, sexual, psicológico y económico, todas las cuales se interrelacionan y afectan en distintos niveles.


¿Pero, qué engloba este término? La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo define como: “Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”.


Más allá de los conceptos, la violencia está en un gesto, una palabra, una mirada. Lo peor es que se vuelve un ciclo donde las agredidas enseñan a sus hijos que está bien violentar a las féminas, y a sus hijas que deben aguantar, ese es su papel.


La agresión económica, la limitación de las oportunidades, el desprecio hacia su género, son las actitudes de, lamentablemente, muchos que incluso hablan de igualdad de género, pero no entienden que, como en el caso de Ana, eso es también violencia.


No existe el respeto cuando se minimiza las acciones o se les cataloga de sexo débil. No hay igualdad cuando se les niega un trabajo por “ser de hombres” o cuando afirman que “su lugar es la cocina”.


Esas manos que acarician sus rostros, que reciben su amor, no deben golpearlas; esas bocas que las besan no deben ofenderlas; y esos ojos que las contemplan, nunca más deben hacerlas sentir menos. Merecen en cada momento el amor y no los puños, los halagos y no los insultos.


Ni una más.

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