sábado, 24 de diciembre de 2016

Más de 400 años de historia II: Presencia de las culturas orientales en Cuba (siglos XX y XXI)

Japoneses

Pero hoy en día si hay una cultura asiática que está influyendo en el modo de actuar y de hacer de las generaciones más jóvenes es la japonesa

En el caso de Cuba a partir de 1898, y hasta 1998, se produjo la entrada y asentamiento de los inmigrantes de origen nipón a Cuba; que alcanzó su mayor cifra entre 1924 y 1965. En el año 2000 habían entrado mil ciento setenta japoneses originarios a Cuba. (Citado en Banco interamericano de desarrollo)

Por su parte, los primeros japoneses asentados en la Isla desconocían el español, hecho que, junto con su situación precaria, obstaculizó la emisión de documentos en este idioma. Peor aún, muchos no eran muy versados en la escritura de los ideogramas.

Los inmigrantes japoneses trataron de agruparse en los lugares de Cuba en que se asentaron. Durante las tres primeras décadas del siglo veinte cubano, los inmigrantes japoneses constituyeron cinco asociaciones: Asociación de Productores Japoneses, Sociedad Japonesa de Cuba, Cooperativa Agrícola de la Isla de Pinos, y dos sin representación oficial, presididas por Tomehachi Kobayashi en la Isla de Pinos y por Keitaro Ohira en La Habana . Los cinco grupos fueron constituidos enteramente por japoneses y funcionaron como sociedades de asistencia, instrucción y recreo, cuyos objetivos principales fueron proveer a sus asociados con toda clase de ayuda en cuanto a trabajo, tanto agrícola, comercial, u otro, así como fomentar la inmigración de otros japoneses y aumentar las relaciones amistosas entre Cuba y Japón.

Otra manifestación de las relaciones interculturales cubano-japonesas de esta época fue la presentación en Cuba de diferentes artistas como: el artista circense nipón Kokichi Shimizu entre 1911 y 1920, el pintor Mokutaro Kinoshita en 1939, y el pintor Tamiji Kitagawa en 1921 entre otros.

Pero el que más repercusión tuvo sin dudas fue la visita y exposición del pintor japonés Tsuguharu Forjita quien arribo a la Habana el 28 de octubre de 1932 cumpliendo con la invitación de Alejo Carpentier, Conrado Massaguer, Antonio Gattorno, Juan José Sicre y Armando Maribona. El artista realizó su única exposición en Cuba del 9 al 14 de noviembre a la que asistieron destacadas figuras del quehacer artístico y literario cubano de la época, entre ellos: Eduardo Abela, Enrique Caravia, Rafael Blanco, Juan J. Sicre, Loló de la Torriente, José Manuel Valdés Rodríguez, José Z. Tallet y José A. Fernández de Castro.

Las relaciones cubano-japonesas se interrumpieron entre 1942 y 1952 a causa de las acciones japonesas contra los Estados Unidos durante la II Guerra Mundial y la subordinación política cubana a este último. Luego del ataque japonés a Pearl Harbor el entonces presidente de Cuba Fulgencio Batista consideró a los ciudadanos americano-japoneses como enemigos de guerra y un peligro para la seguridad nacional a través de una orden presidencial.

Según Mompeller Vázquez, el 19 de diciembre de 1941, la Gaceta Oficial de Cuba declaró a todos los japoneses residentes en la Isla como enemigos extranjeros. A partir de este momento, todos los hombres japoneses que vivían en la Isla fueron concentrados en pueblos y ciudades específicas y luego trasladados y recluidos por la fuerza en el Reclusorio Nacional para Varones de la Isla de Pinos, también conocido eufemísticamente por Presidio Modelo. Las autoridades intervinieron todo su patrimonio y sacaron al resto de la familia de muchos de sus lugares de residencia. Esto produjo que muchas mujeres y niños quedaran desamparados, y hasta murieran. De los 350 japoneses que fueron a prisión, siete fallecieron en este período por diversas causas. Las condiciones de alimentación, aseo, atención médica, comunicación y visitas de los familiares fueron precarias todo el tiempo. Por si fuera poco, se prohibieron las reuniones familiares de los japoneses.

Los que no fueron a prisión, fueron obligados a llevar una existencia solitaria y en muchos casos, quemaron fotos, cartas y otros documentos en aras de esconder su identidad.

Luego de la rendición japonesa en agosto de 1945, los reclusos japoneses tuvieron que esperar hasta mediados del próximo año para ser liberados. No seria hasta julio de 1952, cuando Cuba ratificó el Tratado de Paz suscrito entre la Naciones Aliadas y Japón, que demostraba de esta forma, al menos aparentemente, su retorno a la normalidad.

Sin embargo, las relaciones socioculturales entre ambos pueblos trascendieron durante esta década. Tanto la Cuba como el Japón de mitad de siglo se mantuvieron receptivos y dispuestos al intercambio. Por su parte, en Cuba se produjo un auge de la práctica de artes marciales japonesas como el Jiu-Jitso y el judo, razón por la cual la capital cubana acogió la celebración del Primer y Segundo Campeonato Panamericano de Judo, en 1952 y 1956, respectivamente y en 1952 fue testigo del encuentro directo entre cubanos yudocas y los miembros de la Federación Internacional de Judo. Ya en 1958, Cuba contaba con ciento veinte cintas negra y alrededor de ciento cuarenta clubes de judo, distribuidos en sus provincias.

De igual forma, artistas nipones visitaron La Habana y tuvieron lugar experiencias conjuntas en temas como la cosecha del arroz, y el comercio.

Dos asociaciones se crearon y funcionaron durante la década: la Cámara de Comercio Japonés de Cuba y el Instituto Nipón Cubano de Relaciones Públicas. Aún cuando ambos grupos fueron constituidos y dirigidos por cubanos no descendientes de japoneses, se encontraron inmigrantes japoneses dentro de su membresía, que funcionaron como consejeros. Ambas se dedicaron básicamente a fomentar las relaciones comerciales entre compañías y ciudadanos cubanos y japoneses y al intercambio social de los mismos entre 1957 y 1961.

En Cuba se tradujeron al español y se publicaron los resultados de investigaciones científicas niponas sobre temas relacionados con el arroz, sus variedades, cultivo, enfermedades, entre otras; al tiempo que se mantuvo activa la relación por correspondencia de los estudiosos cubanos del tema para remitir preguntas, sugerencias, e ideas.

El béisbol también fue compartido entre cubanos y japoneses. El 1955, La Habana abrió sus puertas al equipo profesional nipón Tokio Giants, que compitió amistosamente contra el Havana Cubans. A su vez, un pelotero cubano conocido por el Chico Barbón jugó en la Liga Japonesa entre 1955 y 1966.

Esta relación continúa hasta nuestros días, pero incluye a partir de los años 70 un nuevo actor: el anime, elemento que desde la década de los 70, comienza a exhibirse en los cines de nuestro país. Este género irá ganando adeptos y popularidad hasta nuestros días.

Hoy en Cuba existe una gran la divulgación de información sobre el fenómeno del manga y del anime, mediante comunidades de amigos (como Onírica, Qubit, Disparo en Red, Estronia, o La Voz de Alnader), incluso determinados programas de la TV nacional, como Ciencia y Ficción. Pero la influencia más profunda esta en la aparición de jóvenes creadores que, bajo las convenciones estéticas del manga y el anime, han comenzado a retroalimentar la vida cultural de los cubanos de la Isla. Algunos de estos mangakas desde los estudios de animación del ICRT y el ICAIC han comenzado a dar a conocer obras en las que son reconocibles las convenciones estéticas del anime, por el momento en animados fundamentalmente dedicados al público infantil, como El frijol viajero, La Gótica de Agua, Yeyín y el cazador androide, o Nene Traviesa, entre otros.

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