martes, 30 de abril de 2019

Asalto al Cuartel Goicuría: el verso de un cristal baleado


Entre Versalles y su historia, conozco de un cristal vetusto que cada 29 de abril se estremece al recordar aquella heroicagesta que en 1956 sacudió no solo a Matanzas sino a toda Cuba.

En aquel entonces brillaba nuevo y allí, cerca de Navia y Vera, vio como al rayar el sol su cenit, un camión atravesaba la posta seis de la fortaleza Domingo Goicuría, sede del Regimiento 4, Plácido.

Pero la sorpresa, al igual que en el Moncada, falló y las sospechas del soldado de guardia llevaron al traste la incursión y devinieron en intenso tiroteo.

Por espacio de 15 minutos las balas volaron de ambos lados, cobrando la vida de seis combatientes, entre ellos, Reynold Garcia, mas el grueso de los revolucionarios pudo abandonar la explanada al confirmarse el fracaso de la acción militar.

Entonces las grietas del vidrio tiemblan al rememorar la represión desatada contra los asaltantes, los asesinatos, el ensañamiento de la cobardía, pero también la valentía de aquellos matanceros que abrieron sus puertas, ventanas y hasta botes de pescadores para salvarles la vida, truncando la feroz venganza de los carentes de honor militar.

Ese día, como dijera Carilda Oliver Labra en su poema “Di, Verso”, escrito al calor de los acontecimientos, varios pañuelos fueron puestos sobre madres vacías, mas el verso dejó el cobarde elogio de las mariposas para decir que ardía para el laurel una tarde, porque el Goicuría desde ese momento tenía otro nombre.

Desde entonces el hoy agrietado cristal guarda con orgullo entre sus cicatrices las huellas de aquella bala que surco a través de sus filamentos hasta incrustarse en la pared. Ese surco, al igual que las heridas de la hoy Escuela Mártires del Goicuría y las memorias de los versallenses, constituyen prueba fehaciente de cuando jóvenes matanceros se levantaron, como diría Carilda, contra una paisaje amarillo para volverse cuchillo aunque la muerte lloviera.

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