martes, 13 de diciembre de 2016

Estudiar: derecho y deber




La deserción escolar constituye hoy un problema recurrente en muchos países, incluso del llamado primer mundo. Niños y jóvenes deambulan por las calles, obligados a alejarse de las aulas para trabajar y mantener a su familia o a ellos mismos. En muchos casos les resulta imposible siquiera la educación mínima necesaria, un lujo para los más ricos.

Pero en Cuba la realidad resulta diferente. El sistema educativo cubano brinda numerosas ventajas y oportunidades para todos, facilitando la continuación de estudios, incluso hasta el nivel universitario.

“Principalmente en la enseñanza obligatoria hasta el noveno grado, el Estado se asegura que cada niño, sin excepciones, reciba la educación que merece y necesita, sin importar condiciones sociales o mentales.

“Esto constituye también una obligación de la familia y de los padres en ejercicio de su patria potestad, tal y como establece el Código de Familia. Ellos tienen la responsabilidad de asegurar la participación efectiva del menor en la escuela. No se trata solo de llevarlo a clases sino también contribuir a que se mantenga dentro de la enseñanza que le corresponde”, afirmó Yohanis Góngora Matos, Fiscal Protectora de Menores de edad de la Fiscalía Provincial de Matanzas.

A pesar de las disposiciones y facilidades, aún se mantiene un cierto número de estudiantes que dejan la escuela antes de vencer la Secundaria Básica, tronchando un futuro antes de siquiera formarse.

Datos en Matanzas

La incorporación efectiva de cada alumno en edad escolar a un determinado centro de enseñanza es un aspecto que se comprueba al inicio de cada curso, después de verificar todas las mudanzas y traslados. Posteriormente se le brinda una atención permanente.

“Todos los años se confecciona un listado numeroso de desvinculados, en colaboración con la escuela, los maestros, la Federación de Mujeres Cubanas y otros actores principales de la comunidad. Este grupo de trabajo investiga las causas y acomete acciones para lograr que un gran número, por no decir todos, se reincorporen, aunque persisten algunos casos”, continúa Góngora Matos.

Por otra parte, Alina Domínguez García, jefa del Departamento de protección a los derechos ciudadanos, asegura que en la provincia de Matanzas, las cifras relativas a la desvinculación en la primaria no son relevantes, pues en su gran mayoría se relacionan con traslados a otras provincias que no son correctamente informados, y con el fenómeno de la inmigración.

“La principal incidencia en este nivel se encuentra en algunos alumnos con repitencia escolar, que se avergüenzan de reincorporarse a los mismos centros de estudio donde sus compañeros ya avanzaron de grado”, informa Nubia Falcón Rodríguez, subdirectora general de Educación Provincial.

En estos casos se realiza un trabajo integral y de conjunto con asociaciones de barrio, la escuela y la familia para buscar alternativas y un entendimiento con el niño, el principal afectado, llegando a intervenir la Fiscalía en los casos que así lo requieran.

Sin embargo, es el segmento entre 7mo y 9no grado el que más incide en la desvinculación escolar.

“Entre las principales causas se mantiene la repitencia, aunque se incorpora el embarazo en la adolescencia, y la no convivencia con los padres.

“Pero sin duda alguna la mayor incidencia radica en los niños que viven en áreas rurales apartadas de las ciudades, donde muchas veces los padres prefieren que el menor trabaje con ellos en el campo y no vaya a la escuela. En otras ocasiones es el propio menor quien quiere trabajar, tener su dinero, e independizarse, y la familia los apoya.

“Son precisamente los municipios de Perico, Jovellanos, Matanzas y Pedro Betancourt, donde con más frecuencia vemos estos casos, por lo que en estos territorios intencionamos más firmemente nuestro trabajo”, asegura Falcón Rodríguez.

“En estos casos la alternativa consiste en lograr que al menos alcancen el 9no grado, ya sea con una enseñanza de adultos en la escuela de oficios en casos excepcionales, o realizando una coordinación especial para vincularlos a un centro de trabajo cuando se demuestra que no es factible que se queden en el aula”, comenta Domínguez García.

Consecuencias

“Hemos logrado resultados favorables. Cada vez son menos los desvinculados, pero si bien estamos contentos de que la cifra sea menor, quisiéramos que no fuera ninguno”, reflexiona Góngora Matos.

Para Domínguez García, un niño que no estudia se convierte en un estudiante proclive a la comisión de hechos delictivos, indisciplinas sociales, y asociarse con prácticas, como la prostitución, impropias de la niñez, y de las posibilidades que se les dan a los jóvenes para estudiar, y ser hombres y mujeres de bien.

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