viernes, 30 de agosto de 2019

Carilda y el beso de la inmortalidad.




Hace exactamente un año, Matanzas y toda Cuba conocían consternados la partida de su novia más fiel, la eterna muchacha que desordenó prejuicios y sociedades con sus versos de amor; de la poetisa que desafió al tirano Batista con su prosa revolucionaria. Era el 29 de agosto del 2018 y Carilda Oliver Labra cambiaba su morada de Tirry 81 por la inmortalidad bien ganada.

A su hogar y cuna de tantos poemas asistieron insignes de las letras, autoridades e hijos ilustres de la ciudad, pero también cientos de matanceros, de los “de a pie”, quienes con una simple flor, una frase, o esa lágrima perdida manifestaron su cariño por quién amó a la vida con todo su ser.

Allí concurrieron sus colegas del bufete donde le gustaba tanto casar y convencía hasta a los que se querían divorciar de darse otra oportunidad; también algunos de sus alumnos de cuando daba clases en las aulas allá por la década del 60, y hasta aquellos niños que un día quisieron ser como ella, por solo mencionar unos pocos.

Porque Carilda desde hace tiempo formaba parte de Matanzas, como sinónimos inseparables a lo largo de la historia y la tradición, por encima de la muerte, destino inevitable de todos.

De ella dijeron los críticos que fue una de las figuras esenciales de la poesía contemporánea, una de las intelectuales representativas de nuestro proceso, como la calificó Fidel.

Los matanceros, que la vieron con la edad en el cabello y en el andar, pero no en sus ideas ni en su pluma, la llamaron sin tantos adjetivos rebuscados simplemente “suya”, con ese orgullo simple y poderoso que surge ante la impronta de quién ganó todo sin buscar nada. Porque si en su tiempo ella dijo “Todo te debo, Matanzas”, hoy y siempre te decimos: Gracias por todo Carilda.

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