viernes, 5 de abril de 2019

Erase una vez…un salidero



Empezó con una fisura en una tubería, enfundada en asfalto, tierra y concreto, pero el tiempo lo hizo primero gotas esporádicas y luego riachuelo, antes de romper la calle que lo aprisionaba y salir a la superficie, como una fuente. Hoy, este que en su tiempo fue solo una pequeña rotura, une con sus aguas ambas aceras, en las que también talla, como heridas omnipresentes, surcos de agua a pesar de los esfuerzos por frenar su fluir.

Con orígenes parecidos en la actualidad los salideros constituyen en un problema para Matanzas, la provincia del país que más agua provee pero también donde más se bota, desperdiciando entre el 50 y el 55% de la bombeada en conductoras. Ya sea en ciudades o pueblos, grandes avenidas o pequeños callejones, estos afluentes artificiales brotan para molestia de vecinos y transeúntes, mientras marcan el asfalto con su paso erosionador.

LOS CAMINOS DEL AGUA

Según explica Edrián García Morales, Director General de la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Matanzas, el territorio cuenta con 109 sistemas y 158 fuentes de abasto a nivel provincial, lo que les permite abastecer con agua potable a través de su red a más de 480 mil habitantes, el 80% de la población, con un tiempo medio de 17, 18 horas diarias, y en zonas de la cabecera y Cárdenas puede llegar a las 24.

“Todo nuestro servicio se realiza con agua subterránea de gran calidad, pero el acueducto con el que contamos en la urbe yumurina data de 1872, en tanto las principales conductoras se construyeron entre 1974 y 1982, con tecnología rusa-búlgara. Estas poseen unos 343 Km, en tanto las redes de acueducto y alcantarillado superan los 1200 Kilómetros, y en ambos casos muestran un elevado nivel de deterioro”, explica García Morales.

Pero la edad no es la única causa pues, tras el crecimiento desordenado de algunas comunidades, sus habitantes, al no contar con las redes las crean de manera ilegal, y en muchas ocasiones fracturan tuberías y producen una presión extra sobre las ya tensionadas redes.

Por tal motivo no es de extrañar que los salideros proliferen, de los cuales los existentes en las calles resultan los más molestos y visibles, aunque no representan donde más agua se tira.

Según datos de la Empresa de Acueductos, hasta el cierre de marzo existían en el territorio 179 salideros identificados, pero se trata de un número que oscila pues muchos no se ven hasta que la calle se rompe, en tanto otros son reparados y a la semana vuelven a aparecer, a veces, hasta más grande.

HISTORIAS SIN ASFALTO

Otra de las causas que facilita la aparición de estos “manantiales”, paradójicamente, es su propia reparación.

“Aquí en Julio Reyes, en Jovellanos, se han acometido importantes acciones para eliminar salideros, pero el trabajo solo aguanta unos días, además de que no tapan las zanjas, por lo que, además del nuevo bache, el tráfico daña aún más las tuberías y el agua vuelve a fluir”, cuenta José León Viajeras, vecino de Jovellanos, uno de los poblados que junto a Unión de Reyes presenta más detrimento.

Casos como este se repiten a diario donde ya sea por los materiales empleados o la calidad de la labor, el remedio se convierte en algo peor que la enfermedad.

Al respecto explica el directivo matancero que el compromiso con un trabajo bien hecho y efectivo constituye uno de sus objetivos principales desde su papel como servidores públicos, donde su medidor, más que números, es la satisfacción del pueblo.

“Para enfrentar los salideros contamos con 36 brigadas para las redes y tres para las conductoras, las cuales laboran arduamente en la solución de estas interrupciones, que llegan a representar hasta el 70% de todos las quejas que recibimos. Esto nos permite que a pesar de ser una de las entidades que más planteamientos recibe, seamos de los que más resolvamos.

“Sin embargo es una realidad que no contamos con todos los recursos para arreglar las vías tras nuestra intervención, especialmente el asfalto. Tratamos de priorizar las aceras, contenes y grandes vías, mas las demás deben pasar por la planificación local pero la demanda diaria excede la existencia. Por tal motivo muchas veces, una vez arreglado el salidero, el hueco no se puede tapar de manera correcta, y es cuando reaparecen las roturas al poco tiempo”, explica García Morales.

De esta forma surge una disyuntiva: pequeños parches sistemáticos de acción más inmediata, o reparaciones y alternativas de mayor envergadura con un tiempo mayor para su implementación.

LUCES EN LAS SOMBRAS

Aunque parecieran estos afluentes y sus secuelas destinados a convertirse en parte del entorno, desde hace unos años el Instituto de Recursos Hidráulicos y la dirección del país viene destinando cuantiosos recursos para potenciar su labor y poder hacer más que simples “curitas”, en vínculo con la Tarea Vida y el Programa de Reducción de Pérdidas en Cuba.

“Solo en este año se han destinado más de cinco millones de pesos para recuperar y dar mantenimiento, así como por primera vez, varios recursos entre ellos asfalto, para la sostenibilidad de las redes. También, en la medida de lo posible, se protege el proceso inversionista de los acueductos.

“Gracias a esto actualmente trabajamos en Cabezas, lugar complejo para el abasto de agua, así como Canímar, Jovellanos, Méjico, Banagüise y San José de los Ramos para la sustitución de kilómetros de conductora, por citar algunos. Ante este avance lo que nos toca es exigir por la calidad en cada labor, que cada acción se haga bien”, explica el directivo.

Y es que este recurso, también llamado oro azul, debe ser empleado de forma racional y equilibrada, sin dejar que se filtre por calles aceras y salideros.

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