miércoles, 24 de julio de 2019

René Fraga Moreno: Estudiante, Maestro y Revolucionario





Cuentan quienes peinan canas que en aquel lejano 25 de julio de 1957 la ciudad de Matanzas se estremeció ante la indignación popular y el dolor por la pérdida de uno de sus mejores hijos, abatido a tiros de forma malsana por la soldadesca batistiana.

Era el sepelio de René Fraga Moreno, ejemplo de estudiante, maestro y revolucionario; un joven de 27 años que por sus méritos personales y entrega a la causa de la liberación nacional, ya engrosaba la larga lista de héroes yumurinos.

Según los registros históricos, él vino al mundo en mayo de 1930, en la calle Maceo entre Domingo Mujica y San Gabriel, en el barrio de Bachicha, dentro de una familia con posibilidades económicas, como el sexto hijo de siete hermanos y cinco mujeres.

En ese ambiente se formó con un profundo sentido humano, nobleza de espíritu, interés de servir a los demás y de ayudar a los desposeídos, virtudes que enarbolaría como bandera durante toda su vida, a pesar de nacer entre “los favorecidos” de una época y sociedad altamente clasista.

Pero el comienzo de su vida estudiantil en la enseñanza media marca su despuntar como líder gracias a su intensa labor en pos del mejoramiento de las condiciones higiénicas, culturales y morales de los barrios más pobres, misma actitud que se radicalizaría en la escuela Normal para Maestros, y luego al simultanear la Escuela de Comercio en Matanzas con la carrera de Pedagogía, en la Universidad de La Habana. Resulta ese tiempo en el cual conoce a José Antonio Echeverría, Fructuoso Rodríguez y a quien fuera su gran amigo, José Luis Dubroq.

Desde las aulas matanceras también conduce al estudiantado normalista, compuesto en su mayoría por muchachas, por el sendero de la lucha juvenil antibatistiana; apoya la Jura de la Constitución de 1940 contra el Golpe de Estado; y participa en la huelga por el asesinato de Rubén Batista Rubio, el primer universitario asesinado por Batista, por solo recordar algunos de los momentos más memorables en su larga trayectoria.

Pero además de revolucionario comprometido, René también fue un maestro extraordinario, a pesar de que nunca aceptar un empleo fijo por no querer servir al dictador Fulgencio Batista ni a su camarilla.

En su lugar, recuerdan sus conocidos, daba clases cuando era necesaria alguna sustitución, a veces hasta de forma gratuita, y cuando alguna familia pobre no tenía dinero para pagar, él le daba las clases, en la casa o en la Juventud Católica; y en sus aulas nunca faltaba el amor y el respeto por sus estudiantes, como tampoco el ideario de Martí y la lucha por una Cuba mejor, más humana, justa y honesta con sus hombres y mujeres.

Con tal trayectoria no resulta extraño que al crearse el Movimiento 26 de julio se uniera a sus filas para desde su natal provincia vender bonos, repartir propaganda y llevar a cabo sabotajes, trayectoria que lo obligaría a permanecer semi clandestino en la ciudad.

Perseguido cayó preso el 19 de julio de 1957 y aunque en el registro a su casa no hallaron prueba alguna lo condujeron al tristemente célebre Escuadrón 41 donde lo interrogaron y sometieron a brutales torturas mientras la sociedad matancera se movía en su defensa.

Allí mantuvo sus principios y el 24 de julio de 1957, en un descuido de sus guardias, escapó y se escondió en el techo de una casa en la calle Laborde, pero el cabo José Igarza, a quien apodaban “El Pollito”, usó su revólver para dispararle a mansalva, y cortar su vida en el acto.

Al otro día el pueblo que tanto lo quería y respetaba salió a las calles de forma espontánea contra el horrendo crimen y aunque la policía reprimió a golpes y tiros esta manifestación, nada impidió que dos años después, con el triunfo de la Revolución, los matanceros, agradecidos, pusieran su nombre de referencia para numerosas escuelas donde se forjaran maestros y estudiantes como él, centrales y otros centros, así como en aquel parque donde jugaba a las quimbumbias y a los bolones y que hoy orgullosos todos llamamos René Fraga.

lunes, 15 de julio de 2019

José Antonio Echeverría en el oficio de la eternidad



Con cada julio, las calles de Cárdenas recuerdan en sus asfaltos los pies de aquel niño que nació para ser llamado primero Manzanita y luego la voz de una etapa al recorrer toda Cuba un no muy lejano 13 de marzo con aquel “Pueblo de Cuba, en estos momentos….”

Pueden ser 87 años de tu venida a los brazos de tus padres, pero ya eres por siempre el eterno presidente del Directorio que salió de las aulas y las proclamas para conquistar con las armas lo arrebatado por la politiquería temerosa del conocimiento y la hombría, esa hombría que no fue bravuconería sino “sobrio clavel, fortuna de la Patria”, como te diría Carilda Oliver en sus versos.

Porque cuando más triste parecía la noche y más truncados sus caminos, desde el mismo corazón de la Isla te alzaste y alzaste a los tuyos para ejercer el oficio de la eternidad y decirle a quien quiso oír: -aún están vivos Martí, Villena, Mella y el Moncada, aún no nos hemos rendido-.

Quiso la muerte tu presencia, tal vez, impresionada por tu grandeza, pero hoy sigues en tu universidad, en tus aulas y frente a cada combate que la juventud realiza porque al igual que tú en ese entonces #SomosContinuidad y repetimos esos versos de la novia de tu #Matanzas querida, tan vigentes hoy como ayer:

(…)
Vuelves
armado de tu lápiz,
haces tu posta en los amaneceres
subiendo como un sol La Escalinata:
¡que no te asesinaron nunca,
que no pueden contigo los cobardes,
que no te han hecho nada!
porque nadie ha sabido detener el alba;
y regresas cantando
de nuevo hacia la lucha,
y animas los fusiles en la Sierra,
poderoso,
absoluto,
vivo ya para siempre,
en una carcajada de combate
que se deshace en balas.
(Fragmento del poema “A quien dieron nombre de manzana”, de Carilda Oliver Labra, 13 de marzo de 1958)