martes, 5 de junio de 2018

Un hogar llamado Tierra






Dado por inmutable durante mucho tiempo, el medio ambiente hoy se ha vuelto un tema de debate en gran parte de la población, incluso para aquellos que no entienden en su totalidad todo lo que abarca este concepto.

Y es que aun cuando los cambios climáticos, la desaparición de especies y algunos eventos extremos obligan a replantarse estilos de vida, muchos insisten en taparse los ojos ante el impacto que la humanidad ha tenido en el planeta azul. No hay que ir muy lejos para notarlo.

La provincia de Matanzas, como si bendecida fuera, cuenta con tesoros en el mar, el aire y la tierra. Entrando por el norte sus aguas claras albergan diversas especies de gran impacto ambiental, y se nutren de los ríos que recorren como venas el territorio.

Sobre la tierra, una paleta inmensa de colores muestra la diversidad de suelos, esos que acogen una gran biodiversidad tanto vegetal como animal.

Llegando al sur el visitante tropieza con el mayor humedal de la región y uno de los más importantes de la Tierra, hogar de numerosas aves, plantas y animales, quienes junto a la ciénaga comparten un mar tan bello como el del norte, pero totalmente diferente.

Sin embargo, tal vez por darlo por sentado, son varios los que se manejan a diario con total desprecio hacia estas bellezas y hacen oídos sordos a reclamos y llamados de conservacionistas y estudiosos.

Podemos citar las firmas que aún siguen siendo estampadas en los muros de las Cuevas de Bellamar, el vertimiento de desechos en ríos y en la bahía como si fueran vertederos, así como el uso de los bosques de la ciénaga como basurero, llenando los manglares y pantanos de plástico, latas y vidrios, elementos nocivos para la vida silvestre.

Esta última también sufre por la pérdida de sus hábitats, sus fuentes de alimentación o la caza desmedida, ya sea para brindar a extranjeros una exótica comida, hacer artesanías, buscarse una mascota destinada a morir enjaulada o simplemente presumir de gran cazador.

¿Será que estos sujetos ignoran que vivimos en un ecosistema en equilibrio y al afectar un extremo se afecta todo en él? ¿Será que ellos desconocen, por ejemplo, que esos ríos donde botan tripas y aceites son los que nutren las fuentes de abasto del agua que ellos toman, o los que llegan a las playas donde bañan a sus hijos pequeños?

El Medio Ambiente no es solo un concepto que sale cada 5 de junio, día que se le dedica, sino que constituye un medidor indispensable de la calidad de vida de una población y un aspecto que debemos proteger para el futuro.

Serán nuestros hijos y descendientes quienes pagarán en mayor medida nuestro actuar, ese que provoca que cada año desaparezcan especies por nuestra interferencia, o donde mantenemos un ritmo de uso de recursos naturales equivalente al de varias tierras, cuando solo contamos con una.

Y hablo de un efecto mayor en el futuro, porque actualmente ya sufrimos por nuestra interferencia en el ciclo de la vidaque hace que lo que hagamos a nuestro entorno se nos regrese magnificado, lo bueno y lo malo.

Pero aquí está nuestra posibilidad de realizar un cambio, pues cualquier acción, por diminuta o insignificante que parezca, tiene un efecto capaz de magnificarse si ese pequeño paso se convierte en el primero de un cambio en la forma de vivir y ver el mundo, así como nuestro papel en el.

Ya muchos lo están haciendo, y son los niños quienes con sus sonrisas, impulsan muchos proyectos, buscando asegurar su vida futura desde ahora.

Pero no debemos dejar todo el trabajo en sus jóvenes manos, sino que como adultos debemos hacer frente anuestros errores y a los de nuestros ancestros para pagar las deudas contraídas con la Madre Tierra y restañar las heridas, cuando aún estamos a tiempo.

Esa es nuestra responsabilidad con nuestro hogar común, esta pequeña canica azul que responde al nombre de Tierra.

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