jueves, 21 de marzo de 2019

La luz que no se apagó




Por la calle Abraham González casi esquina con Morelos, en la Colonia Juárez, de México, una pareja avanza hacia su casa tomados del brazo, ajenos a su entorno. Él, de traje negro, corbata roja, suéter de color café, camisa blanca con tirantes y un grueso abrigo gris solo va armado con una pequeña libreta, un lápiz, un ejemplar del periódico obrero El Machete, y ni un centavo.

Es la noche del jueves 10 de enero de 1929, y tras un vallado sombras los siguen de cerca para a la altura de la panadería de Luis Herberiche abrir fuego contra el joven de solo 25 años, provocando dos lesiones mortales, una en el abdomen y la otra en el pulmón.

Herido de muerte trata de atravesar la calle y llegar a la otra acera, pero no llega a cruzarla, se derrumba junto al contén. Sus fuerzas aún le dan para exclamar: “¡Machado me ha mandado matar! ¡Muero por la Revolución!” mientras Tina, su acompañante, pide ayuda en la desolada avenida.

Pasada la medianoche de ese jueves y tras ser intervenido quirúrgicamente en la Cruz Verde, aquel extraordinario hombre pasa a la eternidad quedándole aún muchos proyectos, pero ya merecedor del título con el que Fidel lo calificara “Julio Antonio Mella, el cubano que más hizo en menos tiempo”.

Este mocetón, hijo natural de un sastre dominicano radicado en Cuba y una joven británica, nieto del general de la independencia quisqueyana Ramón Matías Mella, de nombre Nicanor MacPartland pero llamado corrientemente Julio Antonio Mella, venía de la Universidad de La Habana, donde ingresó en el curso de 1921 a 1922 matriculando en Derecho y, a la vez, como otros muchos en la época, en Filosofía y Letras.

Allí era muy reconocido por su intensa lucha contra el entreguismo de los gobiernos de turno, el antimperialismo y pensamiento marxista desde el Partido Comunista y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), de la que fue uno de sus fundadores y su primer secretario general.

De su labor se puede hablar del grupo de acción denominado “los manicatos” para enfrentar la corrupción y los abusos, de las relaciones con Carlos Baliño, Enrique José Varona y Emilio Roig de Leuchsenring, de la fundación de la revista Alma Mater, de su visita al barco Vatslaw Vorovsky anclado en la bahía de Cárdenas en agosto de 1925, y de sus muchos enfrentamientos con Zayas y Machado.

Su amigo Alejandro Gómez Arias, quien fuera también Presidente de la FEU de la Universidad Nacional Autónoma de México lo describiría así en 1983: “Yo diría que Mella era un hombre impregnado de la lucha contra la dictadura de Machado y las actividades del Partido Comunista, principalmente en lo que corresponde al imperialismo. (…) Era un hombre que cuando no estaba en el mitin o en la tribuna se mostraba introvertido (…)Lo recuerdo siempre sentado en las últimas filas; sin embargo, siempre que el maestro lo interrogaba, cosa que a mí me parecía extraña, resultaba que él sabía la clase. Era en cierto sentido un buen estudiante, aunque yo siempre lo sentí poseído de un espíritu crítico. Como buen marxista él tenía una idea distinta de muchas de las materias que se impartían”.

Y es que era tanta su voluntad de liderazgo, la gran profundidad de pensamiento, su capacidad como orador, la prominencia de su pensamiento martiano y progresista que no solamente se convirtió en un líder de primera magnitud en Cuba, sino también en todo lugar a donde fue, y por tanto, una amenaza para los gobiernos imperiales.

Fue por esto que tras su huelga de hambre que movilizó a todo el país tuvo que escapar a México, pues sobre él pesaba una orden de asesinato. Mas ni el peligro o las amenzas pusieron fin a su lucha, sino que la intensificaron y radicalizaron.

Tanto fue su empuje que desde la distancia Machado, “el asno con garras” contrató a aquellos que con disparos en la noche pretendieron ilusamente silenciar su voz para siempre, sin saber que Mella ya era, y aún es, referente para miles de cubanos y latinoamericanos, yendo más allá de los libros de texto, como un ejemplo vivo de joven revolucionario.

Pues como dijera Tina Modotti, compañera sentimental y de luchas a un mes de su muerte en una velada conmemorativa: “Julio Antonio Mella asesinado por el Presidente de Cuba es ahora un símbolo de la lucha revolucionaria contra el imperialismo y contra sus agentes, y su nombre es una bandera. Él está en la lucha de los obreros y campesinos en todo el continente; está en la conciencia y en los movimientos de masas de los trabajadores; está entre los que pelean junto a Sandino, está entre los huelguistas de Colombia ametrallados por el capital imperialista. En esta noche al cumplirse un mes del cobarde asesinato, nosotros honramos su memoria y prometemos seguir la victoria de todos los explotados del mundo y así honraremos su memoria en la forma que más le hubiera gustado: no llorando sino luchando”.

Y este es el compromiso de todo un pueblo con esa llama que ni la muerte puedo apagar, sino convertir en blasón de toda una generación, incluso a los 90 años del crimen.

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