martes, 6 de noviembre de 2018

En las alas de la memoria



Aún recuerdo como si fuera ayer la primera vez que oí hablar de la memoria histórica y su importancia. Fue una profesora universitaria quien explicó a estudiantes desmotivados que la historia la constituyen hechos en sí, los cuales se interpretan de acuerdo con la personalidad, el conocimiento y otras mediaciones.

Pero recientemente, continuaba, surgió este nuevo concepto relacionado con lo que las personas recuerdan y mantienen en su imaginario gracias a anécdotas o recursos documentales, algo así como el “a correr liberales del Perico” que narran con orgullo los lugareños.

Al habitar en una Isla de riqueza patrimonial impresionante y tradiciones centenarias, su conservación, reflexionaba la docente, más que una posibilidad constituía una necesidad para preservar el mañana y defender la nacionalidad.

Al oir esas palabras creo que a la mente de todos acudió la presencia de vacas sobre sepulcros del cementerio, o libros que languidecían almacenados entre polillas y huecos para terminar en hogueras o en la novedosa fórmula del reciclaje; vetustos edificios trasmutados en parques y el asfalto caliente sobre adoquines.

Mucha agua ha corrido desde entonces y los cambios resultan evidentes, pero aún esta memoria material e inmaterial, profundamente relacionada con los criterios de identidad y sentido de pertenencia no recibe su justa valoración.

En Cuba su protección figura entre los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución y en su actualización. Por otra parte, desde el año 2006 existe una Comisión Nacional de la Memoria Histórica la cual integran, entre otros, la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional, el Instituto de Historia de Cuba, la Oficina de Asuntos Históricos, el Consejo Nacional de Patrimonio, todos los museos, el Instituto de Literatura y Lingüística y el Museo de la Música.

Así vuelven a la vida momentos de las luchas independentistas casi olvidados, canciones con alma de antaño para las nuevas generaciones e investigaciones sobre los más disímiles temas de la historia cubana.

Ciudades, como Matanzas, en el marco de su aniversario 325, vuelve a oler a siglos anteriores y se llena de la nostalgia de puentes y danzones, leyendas y misterios de un tiempo atrás.

Sin embargo, los logros colisionan con aquellos ciegos a la importancia de preservar muebles antiguos, farolas, libros, fotos o incluso periódicos y boletines que ya están fuera de circulación, pero constituyen pruebas de un pasado.

Hasta las canciones de toda una época no resultan indemnes ante la influencia del reggetón y del trapp, y con toda autoridad las versionan a costa de su esencia para lograr un reconocimiento dudoso, mientras famosas pinturas toman vuelo en interpretaciones personales sin respeto a su significado.

La preponderancia de la economía como rectora en muchas decisiones deja de lado la historia y su memoria, con acciones de conservación postergadas, primacía de lo monetario, o incluso con la idea de “botar el sofá por la ventana”, y con él lo que se debería de proteger y preservar.

Y también están aquellos cuyas manos y pies se divierten en romper los vestigios de la historia, con la certeza de que solo basta sustituirla nuevamente. A otros, ni siquiera les importa.

Para estos solo son escombros sin valor, cuentos a olvidar y papeles inútiles. ¡Qué pobreza de saber!

Mas, tal y como dice aquella emblemática canción de León Gieco: “Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia (…) Todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia”

Su fortaleza redunda en un frente de batalla en la lucha por nuestro legado, y forma parte del presente que será contado en un futuro a nuestros descendientes, eso si logramos guardar algo para ellos.

Pero resulta también un arma que puede golpear a quienes eligen el olvido, pinchando hasta sangrar, porque quienes no recuerdan su historia están condenados a perderla.




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